Siria: la OTAN apunta al gasoducto
Las declaraciones de guerra han caído en desuso. Lo que sí hace falta es un casus
belli, o sea un motivo, como el obús de mortero que, disparado desde Siria,
causó 5 víctimas en Turquía. Ankara ripostó a cañonazos mientras que el
parlamento autorizaba al gobierno de Erdogan a emprender operaciones militares
en territorio sirio. Un cheque en blanco para la guerra, cheque que la OTAN
está dispuesta a cobrar.
El Consejo Atlántico ha denunciado «los actos agresivos del régimen
sirio en la frontera sudoriental de la OTAN», dispuesto a recurrir al
artículo 5 que lo compromete a utilizar la fuerza militar para prestar
asistencia a cualquier país miembro de la OTAN víctima de un ataque. Pero, de
hecho, ya está en marcha el «no artículo 5», introducido durante la
guerra contra Yugoslavia y aplicado contra Afganistán y Libia, que autoriza el
inicio de operaciones no previstas en el artículo 5 fuera del territorio de la
alianza atlántica.
Son elocuentes las imágenes de los edificios de Damasco y Alepo devastados
por poderosos explosivos. No es la obra de simples rebeldes sino de
profesionales de la guerra infiltrados. Unos 200 especialistas de las fuerzas
de élite británicas SAS y SBS, según informa el Daily Star, operan
en Siria desde hace meses, junto a unidades estadounidenses y francesas. La
fuerza de choque se compone de una mezcolanza de grupos islamistas (que hasta
ayer Washington calificaba de «terroristas») provenientes de Afganistán,
Bosnia, Chechenia y Libia, entre otros países. En el grupo de Abu Omar
al-Chechen, según reporta el enviado del Guardian en Alepo, las órdenes se
imparten en árabe, pero hay que traducirlas al checheno, al tayiko, al turco,
al dialecto saudita, al urdú, al francés y a varias lenguas más.
Provistos de pasaportes falsos (la especialidad de la CIA), los
combatientes llegan a las provincias turcas de Adana y Hatay, fronterizas con
Siria, donde la CIA ha abierto varios centros de entrenamiento militar. Las
armas llegan sobre todo a través de Arabia Saudita y Qatar, que –al igual que
Libia– proporciona también fuerzas especiales. El centro de operaciones se
encuentra a bordo de barcos de la OTAN, en el puerto de Alejandreta
[Iskenderum. NdT.]. Mientras tanto, al borde de la frontera siria, la OTAN está
construyendo una nueva base de espionaje electrónico, que viene a agregarse a
la base de radares de Kisecik y a la base aérea de Incirlik.
En Estambul se abrió un centro de propaganda donde disidentes sirios,
formados por el Departamento de Estado, elaboran las noticias y videos que se
divulgan a través de las cadenas satelitales. O sea, la guerra de la OTAN
contra Siria ya comenzó de hecho, oficialmente para ayudar a ese país a
liberarse del régimen de al-Assad. Al igual que en Libia, se ha metido una cuña
en las fracturas internas para provocar el derrumbe del Estado, explotando para
ello la tragedia que vive la población.
El objetivo sigue siendo el mismo. Siria, Irán e Irak firmaron en julio de
2011 un acuerdo sobre un gasoducto que, de aquí a 2016, debería conectar el
yacimiento iraní de South Pars –el más grande del mundo– con Siria y con el
Mediterráneo. Siria, donde se ha descubierto otro gran yacimiento cerca de
Homs, puede convertirse en un nudo de pasillos energéticos que serían vías
alternativas en relación con los que atraviesan Turquía y otros recorridos,
bajo control de las compañías estadounidenses y europeas. A eso se deben la
agresión contra Siria y los intentos de ocuparla.
En Turquía, lo anterior está muy claro para los 129 diputados (la cuarta
parte del parlamento turco) que se oponen a la guerra y para los miles de
personas que manifestaron bajo la consigna «No a la intervención
imperialista en Siria».
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