El vuelo del
Sputnik
Autor: Juan Manuel Olarieta
Abogado, escritor y represaliado político
Abogado, escritor y represaliado político
A los lectores de Lenin es posible que el nombre de Struve
les suene como uno de los dirigentes de lo que en la Rusia de finales del siglo
XIX se llamó el "marxismo legal", una versión edulcorada, burguesa,
reformista y académica de ciertas élites intelectuales de la época. Quizá no
resulte tan conocido que Piotr Struve era un conocido científico ruso, o más
bien, que formaba parte de una saga familiar de astrónomos que tras la
revolución de 1917 huyeron del país, refugiándose en Estados Unidos, donde la familia
continuó dedicándose a la astronomía. Uno de los descendientes, Otto Struve,
dirigió en Virginia el Observatorio Nacional de Radioastronomía entre 1959 y
1962 y fue presidente de la Sociedad Astronómica Internacional.
Como buenos exiliados, los Struve siempre adoptaron
posiciones anticomunistas durante los años de la guerra fría, pero en 1957 se
vieron sacudidos, como todo el mundo, por un acontecimiento espectacular: el
lanzamiento del primer satélite artificial capaz de orbitar alrededor del planeta.
Nada volvió a ser como antes. Después de aquel acontecimiento Otto Struve
escribió un libro de astronomía (1) cuyo último capítulo estaba dedicado a
comentar las repercusiones científicas del lanzamiento del Sputnik. La
valoración de Struve no deja lugar a dudas: la única comparación posible hay
que remontarla al descubrimiento de América de 1492.
Struve se tuvo que rendir ante la evidencia y cualquiera que
no conozca su biografía pensará que el libro de astronomía sólo pudo
escribrirlo algún furibundo stalinista, es decir, que se trata de propaganda
soviética. En muy pocos años los científicos e ingenieros soviéticos repitieron
el vuelo del Sputnik por segunda vez, enviaron el primer vehículo que descendió
en la Luna y la primera nave provista de una cámara fotográfica que mostró a la
humanidad lo que hasta entonces desconocía: la cara oculta de nuestro satélite.
Según Struve los logros soviéticos no sólo cambiaron de una manera irreversible
las concepciones científicas vigentes hasta entonces, sino el radio del alcance
del pensamiento humano en su conjunto.
Por si eso no fuera suficiente, los soviéticos hicieron
coincidir el vuelo del Sputnik con el 40 aniversario de la revolución
socialista, que es el punto goloso del asunto, ante el cual Struve tiene que
rendirse: "Hasta el 4 de octubre de 1957 nos sentíamos confiados en
nuestra creencia de que éramos la primera nación en ciencia e ingeniería. Pero
en esa fecha sufrimos una derrota humillante". Es la manera típica en que
la burguesía asume su fracaso. Lo que ocurrió es que fue entonces, gracias al
Sputnik, cuando la burguesía del mundo entero se dió cuenta de lo que el
proletariado ya sabía mucho antes.
A partir de aquella "humillante derrota" y para
encubrirla, los imperialistas comenzaron a hablar de la existencia de una
supuesta "carrera espacial" porque ellos no son capaces de ver más
que competencia por todas partes. Pero para que haya una carrera los atletas
tienen que salir al mismo tiempo del mismo punto, y cuando en 1957 Estados
Unidos se apercibió de la verdadera situación, los soviéticos ya habían dado la
vuelta al estadio. Fue una bofetada que la propia realidad les propinó, esa
realidad a la que llevaban tiempo sin querer mirar. En 1957 la URSS no tenía
nada que demostrar.
Tras su confesión inicial, a Struve le traiciona el
subconsciente y comienza a balbucear acerca de la manera en que "la
astronomía" podría contribuir a "ganar la guerra fría". Es un
giro asombroso porque no era "la astronomía" sino Estados Unidos los
que habían desencadenado la guerra fría. El problema retornaba a su origen,
algo caracteristico en el mundo entero desde 1945: la identificación de todas y
cada una de las ciencias con Estados Unidos, cuando se trataba justamente de
cambiar un modelo científico fracasado. Lo hicieron al revés: pusieron como
modelo al fracaso, siguieron militarizando la ciencia en torno a ARPA, de donde
nacieron la NASA, la Comisión de Energía Atómica, los ordenadores e internet.
En Estados Unidos la ciencia se movía en un círculo vicioso porque ellos
confiaban ciegamente en sus propias mentiras.
El asombro de Struve no fue un caso aislado. Por la misma
época proliferaron las declaraciones de influyentes científicos estadounidenses
sorprendidos al hallarse embarcados en proyectos de investigación que la URSS
tenía superados. El asunto se convirtió en un problema político. El discurso de
despedida de Eisenhower de la Casa Blanca es una lamentación de los errores
cometidos y del deplorable estado de la ciencia y de los científicos en Estados
Unidos (2). La "humillante derrota" de 1957 también iba jugar un
papel importante en las elecciones presidenciales de 1960 en las que se
enfrentaron Nixon y Kennedy con distintas políticas científicas. La propuesta
de Kennedy no era más que una maniobra propagandística que hizo pública durante
su discurso de investidura: un viaje tripulado a la Luna, un proyecto
económicamente ruinoso y científicamente irrelevante.
Por su parte, Nixon expuso su criterio en un artículo
publicado por la revista de los físicos nucleares (3) en el que abundaba en la
bofetada de realidad de 1957 expuesta de la peor manera posible: la URSS no el
país atrasado cuya imagen habíamos proyectado al mundo entero, nos lleva la
delantera, debemos ponernos a la altura...
Por algo Engels había calificado al socialismo de
científico. Lo mismo que la revolución fracesa un siglo antes, la URSS no solo
puso la ciencia en el primer plano de sus propias prioridades políticas sino
que obligó al mundo entero a proceder de la misma manera.
Notas:
(1) Otto Struve: El universo, Fondo de Cultura Económica, México, 1975, pgs.205 y stes.
(2) Eisenhower’s Farewell Address to the Nation, 17 de enero de 1961 (http://mcadams.posc.mu.edu/ike.htm)
(3) Richard Nixon: The scientific revolution, Bulletin of the Atomic Scientists, noviembre de 1960, pg.
No hay comentarios:
Publicar un comentario