Mónika Ertl fue hija de uno de los grandes propagandistas del nazismo, Hans Ertl, conocido como el “fotógrafo de Hitler”. Tras la caida del Tercer Reich, su familia huyó a Bolivia, y allí, la joven Mónika, renegando de la ideología familiar, militó en las filas del Ejército de Liberación Nacional, la guerrilla creada por el Che Guevara.
En 1971, años después del asesinato del Che y de la desintegración de la guerrilla boliviana, Mónika volvió a su Alemania natal. Allí, en Hamburgo, ejecutó personalmente al cónsul boliviano en aquella ciudad: era el coronel Roberto Quintanilla, uno de quienes acabaron con la vida del Che y, según se comenta, responsable de la amputación de sus manos.

Por supuesto, como toda revolucionaria, Mónika Ertl es retratada hoy, en no pocos medios, como una fanática y fría asesina. Exactamente igual que sus compañeros de filas, quienes hicieron de su vida una permanente lucha por los desposeídos y contra los poderosos: como su propio compañero de filas, Ernesto Guevara, de cuyo asesinato se han cumplido ya 46 años.
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