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viernes, 10 de mayo de 2013

EE.UU y el terrorismo



Según la historia oficial, Estados Unidos comenzó a ayudar a los mujahidines en Afganistán y a organizar y armar a la organización terrorista al-Qaeda en respuesta a la invasión soviética a ese país. Pero la realidad es otra. Si lee usted las memorias, publicadas en 1996, del exdirector de la CIA, Robert Gates, encontrará que éste confiesa que los servicios de inteligencia de Estados Unidos comenzaron la guerra sucia en Afganistán seis meses antes de la invasión soviética que se produjo a fines de 1979. La afirmación de Gates fue confirmada en 1998 por Zbigniev Brzezinski, consejero de seguridad nacional del presidente Carter, en una entrevista con “Le Nouvel Observateur”: “La realidad, mantenida en secreto hasta hoy -dijo Brzezinski- es completamente diferente: el 3 de julio de 1979 el presidente Carter firmó la primera directiva para la ayuda clandestina a los oponentes del régimen pro-soviético de Kabul. Y ese mismo día, escribí una nota al presidente en la cual le expresé mi opinión de que esa ayuda conduciría a una intervención militar soviética”.
La ayuda de Estados Unidos al fundamentalismo islámico, que provocó la intervención soviética y fue continuada por varias administraciones, trajo consecuencias trágicas, en primer lugar para Afganistán, con 1.8 millones de muertos y 2.6 millones de refugiados. El monstruo del terrorismo, en cuya génesis Estados Unidos no puede negar responsabilidad, golpeó a este país como un bumerán el 11 de septiembre. Al-Qaeda se esparció y se fortaleció en decenas de países y como dije en ocasión anterior, sólo los muertos han visto la terminación de la guerra.

En 1980 Estados Unidos traicionó (una vez más) los acuerdos de no proliferación de armas nucleares al hacerse cómplice de que Pakistán desarrollase el arma nuclear a cambio de la participación de este país en la guerra sucia en Afganistán contra la intervención soviética, lo cual queda claro en una nota de Brzezinski al presidente Carter: “Esto [la ayuda del gobierno pakistaní a la insurgencia antisoviética] exigirá una revisión de nuestra política hacia Pakistán: más garantías para su gobierno, más ayuda en armas y, lamentablemente, la decisión de que nuestra política de seguridad con respecto a Pakistán no puede estar dictada por nuestra política de no proliferación.”


Estados Unidos vendió su alma al diablo con la alianza entre la CIA, la inteligencia saudí y el general musulmán Mohammed Zia-ul-Haq, líder de la dictadura militar pakistaní entre 1977 y 1988 (murió en un misterioso accidente de aviación el 17 de agosto de 1988). La CIA obvió el hecho de que Pakistán tenía sus propios intereses nacionales: evitar que el país quedase emparedado entre una India hostil y un Afganistán prosoviético, evitar el fortalecimiento de un movimiento Pashtún independiente y crear las condiciones para la insurgencia en Cachemira contra la India. Con el surgimiento del Talibán en 1994, Pakistán y Arabia Saudí continuaron apoyándolo secretamente y Estados Unidos tardó mucho tiempo en constatar que habían estado suministrando armas y billones de dólares a sus propios enemigos.


En el campamento de Khost, que la CIA construyó especialmente para él durante el “jihad” antisoviético, Osama bin Laden convocó el 23 de febrero de 1998 a una rueda de prensa para anunciar la creación de una nueva organización, el “Frente Islámico Internacional”. El ahora rebelde terrorista predilecto de la CIA, publicó un manifiesto señalando que “es una obligación para cada musulmán que sea capaz de hacerlo en cualquier país, el combatir y matar a los americanos y a sus aliados, sean civiles o militares”. Poco tiempo después, el 7 de agosto, eran destruidas con explosivos las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenia) y en Dar es Salaam (Tanzania).

El 17 de agosto, el presidente Clinton confesó públicamente su relación sexual con Mónica Lewinsky, y tres días más tarde, el 20 de agosto, en lo que muchos analistas políticos consideraron una maniobra para desviar la atención mundial de su escándalo sexual, ordenó disparar 75 misiles cruceros contra el campamento de Zawhar Kili (siete millas al sur de Khost). Dos de los misiles cayeron en Pakistán, lo cual provocó la protesta de Islamabad, y el ataque costó la vida a 21 pakistaníes. Además, otros 13 misiles fueron disparados contra una fábrica química en Khartoum que la CIA alegaba falsamente que era propiedad de bin Laden. Estados Unidos daba palos de ciego contra su antiguo terrorista favorito.
Digamos de paso que cada uno de los misiles crucero tenía un costo de $750,000.

Ahora que el presidente Barak Obama trata de convencer al Congreso de la necesidad de cerrar el centro de torturas en que han convertido a la Base Naval de Guantánamo porque “daña la imagen” de Estados Unidos, recordemos que es un territorio usurpado a Cuba y que se mantiene en poder de aquel país en contra de la voluntad de los cubanos.

Recordemos que el centro de torturas de Guantánamo se suma al de Abu Grahib en Irak, al de Bagram en Kabul, y a toda una serie de prisiones secretas establecidas por Estados Unidos en diversos puntos del planeta (“black sites”) para actuar al margen de las leyes nacionales e internacionales.

Recordemos que en la isla de Diego García, en el Océano Indico, arrendada por Estados Unidos a Gran Bretaña, y que además de base naval y aérea y de centro de espionaje, sirve de punto de concentración, clasificación y tránsito de secuestrados y prisioneros (llamado sarcásticamente “Camp Justice”) para su posterior envío a Guantánamo, toda la pobación nativa fue sacada por la fuerza de la isla y reubicada a más de 1,200 millas de distancia en Mauricio y las Islas Seychelles.


La CIA no es una organización de inteligencia. Como tal, sólo puede exhibir una serie ininterrumpida de colosales fracasos y ha traspasado la frontera del ridículo en demasiadas ocasiones. En realidad, se ha comportado desde su fundación en 1947 como un centro para el financiamiento de operaciones subversivas. La impunidad que le confiere el secretismo de sus acciones y el no tener que rendir cuentas del dinero que utiliza, le ha permitido, a pesar de la incompetencia de sus agentes y de su proverbial ignorancia del idioma, cultura e idiosincracia de los pueblos donde intenta ejercer su influencia, disimular y hasta presentar como logros muchas de sus equivocaciones.

Si puede alcanzar algunas metas no es mediante el trabajo de inteligencia, mucho menos por la capacidad de analizar los datos obtenidos, y menos aún por las acciones que recomienda al Ejecutivo, sino porque dispone de cantidades ilimitadas de dinero para corromper, comprar conciencias, engrosar con dólares la maquinaria mediática contrarrevolucionaria, subvencionar a instituciones y movimientos culturales contestatarios del gobierno que desea derribar, proveer de entrenamiento, armas, transporte, comunicaciones y todo lo necesario a grupos subversivos, y desarrollar en forma clandestina asesinatos selectivos, guerras sucias y las más cruentas manifestaciones del terrorismo de estado. Ha sido así desde sus orígenes. Desde la compra de políticos italianos en 1948 hasta la asignación de estipendios a los disidentes cubanos en la actualidad.

En el Hotel Hassler de Roma, maletines llenos de dinero cambiaban de manos de la recién estrenada CIA a las manos de los políticos para lograr el triunfo de la Democracia Cristiana. El gobierno resultante excluyó a los comunistas. La intervención con cantidades millonarias de dinero en los procesos electorales, ha sido utilizada por la CIA como práctica habitual hasta el presente en muchos países de todos los continentes.

En cuanto a Cuba, hay que reconocerle a la CIA su creatividad en lo que se refiere al pago de sus asalariados. Además del clásico sistema de asignaciones mensuales, en el caso de Yoani Sánchez la CIA ha utilizado premios internacionales y elevados salarios de instituciones mediáticas. A las “Damas de Blanco”, añadiendo insulto a la injuria, les paga a destajo 30 dólares a cada una por cada participación en actos de calle (30 monedas pagaron igualmente los romanos a Judas) que la nueva líder, Berta Soler, redujo recientemente a 15 sin que haya explicado a donde va a parar la diferencia.

La CIA, como aparato de inteligencia ha sido un completo fracaso. Su verdadera función es la de banco mundial para financiar la desestabilización y las operaciones secretas terroristas del gobierno de Estados Unidos.



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