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sábado, 24 de enero de 2015

La nación y el destino (PYONGYANG no esta tan lejos)
Por : Alejandro Caos de Benòs.

Recientemente he tenido la imborrable experiencia de visitar Chile, desde Valparaíso a Temuco, durmiendo en casa de amigos, compartiendo platos de porotos en barrios obreros y aprendiendo lo que es finalmente un guanaco ( me refiero al de verdad y también al de hierro).

Todo fue parte de una invitación del partido comunista acción proletaria, que en una primera instancia fue bienvenido por el partido del trabajo de Corea a visitar la república. Allí forjamos amistad que daría como fruto mi viaje a chile para dar conferencias, compartiendo dos semanas que han marcado mi vida y me han llamado de entusiasmo.

En chile me paso de todo: me siguió la ANI por las avenidas de Santiago, de forma tan desastrosa, que hasta un niño hubiese sido más discreto. Me pararon los carabineros por superar en 10 kilómetros el límite de velocidad (y muy amablemente me perdonaron la multa) y, para colmo, me vi en el centro de una batalla campal entre maras cuando visitaba el barrio Bellavista.


Mi experiencia ha superado toda expectativa. Universidades abarrotadas de jóvenes, deseosos de saber cómo funciona una sociedad socialista, que características tiene una cultura tan lejana y que pueden aprender de corea del norte para forjar su futuro.

Aunque las distancias y las formas de pensar pueden parecer tan distintas hay siempre algo que nos hace iguales. Como humanos buscamos la felicidad y también mejorar nuestras vidas. La deferencia estriba es que optemos por el egoísmo y la codicia  de la formula capitalista o, por el contrario, intentemos avanzar todos juntos apoyándonos los unos en los otros. Esa es la opción del camino al comunismo, y es la que decidió Corea del Norte desde su fundación en el año 1945.

Hay personas que piensan que ser comunista es ser un franciscano, vivir envuelto en una sabana y olvidarse del progreso o las comodidades. No es asi. El comunismo pretende que un día la nación pueda producir todo tipo de artículos, pero no solo para los elegidos, sino para todos por igual, independientemente del apellido, el trabajo o lo atributos físicos-mentales que le fueron otorgados al nacer por Dios o la naturaleza. Ese es el que creemos el primer derecho humano: ser tratado con dignidad y tener acceso a la vivienda, sanidad y educación gratuita.

Estas consignas  básicas ya fueron conquistadas por el socialismo norcoreano. Para ello la autosuficiencia y la nacionalización fueron imprescindibles. Un país que no gestiona sus propios recursos es expoliado y se convierte en marioneta de otras naciones más fuertes y militarizadas.
¿Qué pasa con Chile? La riqueza del país vuela al exterior mientras mucha gente sufre. ¿es que no hay capacidad de gestionarlos propios recursos? ¿no hay mentes pensantes que sean capaces de construir un vehículo?. Así como los reales de plata llenaban las arcas del imperio español del siglo XVI, ahora una transferencia bancaria incesantemente vacía las minas que pertenecen al pueblo de Chile.

La RPD de Corea gasta millones de dólares en la importación de alimentos.  Se trata de un país muy montañoso con apenas el 15% de territorio cultivable, el resto es roca. Para colmo, las temperaturas en invierno llegan a los 40 grados bajo cero. Y en esa dura situación hay que alimentar a 24 millones de ciudadanos. Debido al bloqueo continuo de los EE.UU., es muy difícil comerciar con el exterior y la divisa extranjera es imprescindible para pagar los cargueros con soja y arroz que vienen del sudeste Asiático.

Al ver la inmensidad de terreno y el clima que existen en chile, no paraba de pensar que si en corea tuviéramos apenas el 5% de esa fértil extensión, viviríamos en total opulencia.

Por desgracia, hoy en día la comida es un gran negocio. La población mundial aumenta sin cesar, pero los precios los determina un mercado especulativo. Semillas, fertilizantes y canales de distribución están controlados por oligarcas.

No me puedo explicar como un kilo de tomates o papas, alimentos esenciales y muy básicos, puedan costar en Santiago hasta tres veces más que en España, pero que la gente perciba un salario 7 veces menor. He visto a hombres y mujeres mendigar por comida en un país donde se produce y exporta una cantidad ingente de alimentos, a niños durmiendo en las calles mientras la industria del sur produce tanta madera que cubre el horizonte, a quince personas viviendo como sardinas enlatadas en solo 30 metros cuadrados, rodeados de una legión de perros abandonados.

El pueblo chileno ha sufrido mucho, corea, también. Pero la República ya se libero de los dos imperios: el japonés que lo ocupo 40 años, y el de Estados Unidos, que pretende controlar el mundo.
Pese a todo, los chilenos sonríen y lucha por salir adelante. Y recalco esa palabra: LUCHA. Nunca he conocido una sociedad tan activa y dispuesta a romper con su historia ligada a la opresión y el sufrimiento.

Mis conversaciones con ocho líderes del pueblo mapuche no hizo sino reforzar mi hipótesis. El racismo y la discriminación cultural jamás tienen justificación. Su curiosidad, sus miedos y sueños eran los mismos que los había escuchado a obreros de la mina, estudiantes o arquitectos.
Tengo la absoluta certeza de que cuando el pueblo de  de Chile aprenda a unirse, a quererse a sí mismo y a los suyos, a valorizar su soberanía política y productiva, emergerá un gigante que será ejemplo para tantas otras naciones oprimidas y subdesarrolladas.

Chile, ese paraíso en la tierra, ese país con una diversidad natural y cultural, ese pueblo que pasa hambre, pero que pisa descalzo sobre cuevas de cobre, litio y oro.

Espero volver, más pronto que tarde, y recorres otros tantos rincones de ese paraíso natural y humano.

Hago votos, asimismo, porque Chile despierte de tan largo letargo.

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